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Mi tiempo como ministro universitario me enseñó que la paciencia es una de las mejores herramientas que tenemos para tratar las dudas espirituales de la gente. Conocí a muchos jóvenes que tenían dudas y preguntas difíciles sobre su fe cristiana. Mi método consistía en dejar que expresaran sus dudas y lucharan con ellas, en lugar de lanzarme a disiparlas con respuestas rápidas y pruebas textuales. Sólo cuando estuvieron listos para escucharlas, les ofrecí la variedad de respuestas que, en el pasado, los pensadores cristianos han dado a algunas de sus luchas. Dejé que ellos decidieran cuál de esas respuestas resonaba con ellos, si es que alguna lo hacía. Mi postura pastoral no era la de tener todas las respuestas bíblicas para resolver sus problemas. Más bien, opté por una postura humilde de acompañarles mientras buscaban las respuestas del Espíritu Santo a sus dudas.

Utilizando otra metáfora, no soy yo quien crea la nueva vida de fe en aquellos que dudan. Sólo soy la partera que les ayuda a dar a luz mientras el Espíritu Santo obra en sus corazones y mentes. Me ayuda a protegerme de un "complejo de salvador". No soy yo quien les salvará de sus dudas. Únicamente es Dios, siempre.

Por supuesto, esto requiere mucha paciencia de mi parte, ya que una partera no tiene control sobre cuánto durará el trabajo de parto. Yo lo veo como una demostración de amor, ya que el amor es paciente (1 Cor. 13:4). Si les amo de verdad, seré paciente con sus dudas, sus preguntas, sus luchas, en lugar de imponerles un plazo artificial para que se resuelvan. Tengo que confiar—ejercer mi fe—en la obra y el tiempo del Espíritu Santo. No es fácil, y siempre hay tensión.

Algunos piensan que las dudas y el cuestionar la Palabra de Dios son intrínsecamente malos. Después de todo, ¿no tentó Satanás a Eva poniendo en duda la Palabra de Dios cuando dijo: "¿De veras Dios les dijo...?" (Gn. 3:1) De ahí la reacción precipitada para disipar la duda e imponer respuestas. Pero la certeza espiritual, si se acepta sin cuestionar, de la Palabra de Dios tampoco es inherentemente piadosa. Satanás se valió de la postura de tomar literalmente la Palabra de Dios (Salmo 91) para tentar a Jesús (Mateo 4:5-6). Mi punto aquí es simplemente que ni la duda crítica ni el uso de versículos sueltos para probar un punto son inherentemente malos o buenos. Ambas posturas pueden ser la herramienta del diablo para llevarnos por mal camino.

La duda y el pensamiento crítico tienden a ir de la mano. Por eso, en algunos círculos cristianos se tiende a desconfiar del pensamiento crítico y de hacer preguntas difíciles, sobre todo en relación con la Biblia. Pero creo que Dios puede utilizar el pensamiento crítico, e incluso las dudas, para ayudarnos a crecer. Jesús raramente le "dio de comer con cuchara" sus verdades y reflexiones a nadie. Al leer los Evangelios, descubrimos que Jesús solía hacer preguntas para hacer pensar a la gente. Contó parábolas, utilizó metáforas y frases enigmáticas—por ejemplo, "Yo soy el pan de vida" (Juan 6:35)—y desafió las creencias convencionales—por ejemplo, "Ustedes han oído que se dijo... Pero yo les digo..." (Mateo 5:21-22)—, todo esto hizo que la gente pensara y se hiciera preguntas. El estilo de enseñanza de Jesús rara vez consistía en imponer respuestas y cerrar conversaciones.

Un alumno ex cristiano me dijo una vez que quizá seguiría siendo cristiano si su pastor de jóvenes hubiera sido tan paciente como yo, aguantando todas sus preguntas y dudas. Lamento que nuestra impaciencia ante las preguntas de los jóvenes pueda haberles alejado de la Iglesia. ¿Será que perciben nuestra impaciencia como una falta de amor?

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