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Creo que un corazón correcto es necesario para la transformación interior.

Es posible que hayas oído hablar de los términos teológicos ortodoxia (creencias correctas) y ortopraxia (comportamientos correctos). Pero, ¿habrás oído de la ortocardia—corazones correctos? Conocí el término en un boletín del periodista estadounidense David French. Por supuesto, los tres están interconectados. Pero, aunque tanto la ortodoxia como la ortopraxia son necesarias, creo que les hemos dado demasiada importancia por encima de la ortocardia.

Corriendo el riesgo de simplificar demasiado las cosas, para algunos de nosotros la espiritualidad cristiana gira en torno a creer las cosas correctas. Se centra, metafóricamente hablando, en la cabeza. Para otros, nuestra espiritualidad se centra metafóricamente en nuestras manos, en cómo actuamos y nos comportamos. Ambas son formas de centrarse en una conformidad externa con las creencias o los comportamientos correctos. Pero la exigencia por tener un corazón correcto—amar correctamente, desear correctamente—parece estar silenciada entre los fuertes gritos de los dos enfoques anteriores. 

Es demasiado simplista decir que la así llamada derecha religiosa se centra en la ortodoxia mientras que la así denominada izquierda religiosa se centra en la ortopraxis. Ambos grupos enfatizan diferentes creencias y diferentes comportamientos. La derecha podría enfatizar la pureza, la verdad y la obediencia. La izquierda podría enfatizar la justicia, el amor y la gracia. Ambos reprenderán a quienes se comporten mal, ya sea por cruzar los límites sexuales o por perpetuar la injusticia racial.

¿Qué importancia tiene la ortocardia, o el tener un corazón correcto? Creo que un corazón correcto es necesario para la transformación interior. Sin él, tanto nuestra ortodoxia como nuestra ortopraxis estarán distorsionadas. 

Considere la brújula. Una brújula señala el norte porque se ve afectada por los campos magnéticos naturales de la tierra. Usted sólo sabe dónde están el este, el oeste y el sur en relación con dónde está el norte. Si acerca un imán a la brújula, su fuerza magnética distorsionará las lecturas de la brújula. La brújula dejará de apuntar al norte verdadero y, en consecuencia, el este, el oeste y el sur también se reajustarán.

Su corazón es como su brújula espiritual, porque "donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón." (Mateo 6:21). El lugar al que apunte su corazón afecta a las demás dimensiones de su espiritualidad: sus creencias y comportamientos. El Dios trino es nuestro verdadero norte. Sólo cuando amamos a Dios con todo nuestro corazón, nuestro corazón estará correctamente alineado e influirá correctamente en nuestras creencias y comportamientos. 

¿Acaso hemos permitido inconscientemente que otras cosas distraigan nuestro corazón alejándolo de Dios? Nuestros corazones pueden ser arrastrados por la atracción magnética de otras cosas—incluso cosas buenas. Por ejemplo, podemos amar la verdad de Dios más que al Dios de la verdad. Podemos amar la justicia de Dios más que al Dios de la justicia. Podemos amar a la iglesia de Dios más que a Dios. Podemos amar una causa justa—ya sea ser pro-vida o estar en contra del racismo—más que a Dios. ¿Acaso nuestros corazones han amado los dones más que al Dador? Entonces, ¿será que están distorsionadas nuestra ortodoxia y ortopraxis, sobre enfatizando ciertas creencias y comportamientos y menospreciando otros? ¿Estamos polarizados porque nuestros corazones no están bien alineados? 

En el último artículo de nuestra serie "Buscando el Shalom en medio de la polarización" (p. 33), Matt Lundberg comparte que estamos llamados a ser agentes del shalom de Dios. Si Dios es nuestro primer amor, nuestros corazones desearán el shalom de Dios para nosotros y para nuestro mundo.

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