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El fervor por la ortodoxia (creencias correctas) nos hace pensar que podemos darnos palmaditas en la espalda por obedecer a Dios y amar las verdades de Dios.

Algunos lectores piensan que mi advertencia contra la ortodoxia sin amor en mi último editorial ("Cuidado con la ortodoxia sin amor", julio/agosto de 2022) estaba dirigida a la decisión del sínodo de declarar como confesional a la interpretación de "falta de castidad" en el Catecismo de Heidelberg como una que incluye los actos homosexuales entre otros actos no castos. Para ser claro, yo estaba señalando a "un espíritu de censura y desconfianza" como ortodoxia sin amor, no a la decisión en sí. Como suelo hacer, me centraba en el "cómo" más que en el "qué", porque el "cómo" importa ("El 'Cómo' importa", febrero 2020). Me parece revelador que algunos confundan ese espíritu de censura con la decisión sinodal. 

Fui testigo de ese espíritu de censura y desconfianza durante debates en el pleno del sínodo. Por ejemplo, un delegado se levantó repentinamente para proponer una acción disciplinaria contra otro delegado incluso mientras esa persona aun no terminaba de hablar. O considere cuando los delegados discutieron sobre un tema normalmente rutinario sobre la aprobación de la iglesia anfitriona para el próximo sínodo, discutieron no porque la Iglesia del Siervo haya hecho algo malo, sino porque estaba en el Clasis de Grand Rapids East. 

No sólo existe durante el sínodo. Es un espíritu omnipresente que rodea al sínodo y a la denominación entera. Es una visión que percibe a la denominación como una atrapada en una batalla de vida o muerte. Como dijo un pastor de la ICR en un podcast, es una "gran lucha" con "mucha sangre en el suelo". Otro pastor, en un vídeo posterior al sínodo, habló de una "tremenda podredumbre" en nuestras agencias e instituciones denominacionales que "necesita una limpieza a fondo". No quise señalar estos ejemplos en mi editorial anterior, pero parece que debo hacerlo por motivos de claridad. 

No fue el único espíritu que presencié en el sínodo. Como mencioné en mi editorial anterior, también fui testigo de "disculpas y perdón". Pero me centré en la ortodoxia sin amor de este espíritu de censura porque creo que es peligroso, ya que nos engaña, haciéndonos creer que estamos acercándonos en camino hacia el avivamiento espiritual, cuando en realidad nos aleja del avivamiento. 

El fervor por la ortodoxia (creencias correctas) nos hace pensar que podemos darnos palmaditas en la espalda por obedecer a Dios y amar las verdades de Dios. La ortodoxia sin amor alimenta nuestro orgullo espiritual. Como he escrito anteriormente, " un espíritu criticón que busca las faltas es un síntoma seguro de orgullo espiritual" ("Avivamiento y Orgullo Espiritual" junio 2021). 

Entonces también escribí: "los orgullosos espirituales suelen ser severos en sus críticas a los demás, incluso hacia otros cristianos. Edwards se lamentaba de cómo a menudo éstos cubrían su dureza orgullosa con un velo de santidad y gran celo por Cristo, queriendo poner las cosas en evidencia. En cambio, decía Edwards, los cristianos humildes deberían "tratarse unos a otros con la misma humildad y gentileza con la que Cristo, quien está infinitamente por encima de ellos, los trata a ellos" (Obras, Vol. 1, ix.v.i)." 

He estado orando por el avivamiento espiritual de la ICR. Sí, claro, la desobediencia disipada excesiva a la verdad de Dios nos llevará por el mal camino, eso es obvio. Pero denuncio la postura menos obvia que parece también ser nuestra postura común colectiva por defecto: el orgullo espiritual en la criticona búsqueda de fallas, incluso especialmente las búsquedas de fallas intelectuales y teológicas. No puede haber un avivamiento espiritual sin una humildad genuina. Una vez más, la búsqueda de un corazón recto y correcto ("Ortocardia", junio de 2022) queda enterrada bajo un hiperenfoque en la ortodoxia y la ortopraxis. 

Pocos parecen haber prestado atención a mis advertencias anteriores. 

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