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Tenemos el poder, especialmente con la ayuda del Espíritu Santo, para superar nuestro sesgo de negatividad.

Después de leer decenas de manuscritos con un ojo crítico, temo que pueda estar desarrollando un espíritu crítico. Supongo que es un peligro laboral para un editor. Pero es fácil para nuestra naturaleza caída y pecaminosa centrarnos en defectos y lados negativos.

Jesús reconoció esto cuando desafió nuestra inclinación a encontrar la astilla de aserrín en el ojo de nuestro prójimo (Mat.7:3). En otras palabras, se puede contar con nosotros para encontrar y aún magnificar el más pequeño de los defectos. Los investigadores llaman a nuestra tendencia a poner más atención y a dar más valor a la información negativa que a la información positiva, un “sesgo de negatividad”. Por ejemplo, una mala actitud puede fácilmente invalidar muchas buenas actitudes en nuestra impresión de una persona. Es por eso que muy fácilmente nos deslizamos a ser críticos.

Pero no tenemos porque estar atrapados en modo negativo. Jesús nos llamó a ser mejores, lo que quiere decir que tenemos el poder, especialmente con la ayuda del Espíritu Santo, para superar nuestro sesgo de negatividad.

Los investigadores han observado que algunas personas están orientadas a la prevención (evitando consecuencias negativas), mientras que otras están orientadas a la promoción (esforzándose por resultados positivos). Por ejemplo, un estudiante orientado a la promoción, está motivado a estudiar para obtener una buena nota, mientras que un estudiante orientado a la prevención está más impulsado por evitar el fracaso. Estas son tendencias predeterminadas; nadie se enfoca exclusivamente en lo positivo o lo negativo.

El cuerpo de Cristo, según la psicóloga social cristiana Christena Cleveland, “parece estar plagado de una orientación preventiva generalizada. Hemos agudizado la sensibilidad a lo que percibimos como acontecimientos negativos en la iglesia, y somos especialmente vigilantes en el seguimiento de esos acontecimientos” (Desunión en Cristo, 133). Luego terminamos creando una cultura de temor allí donde reina un espíritu crítico para encontrar faltas. En una reciente encuesta de LifeWay, miembros de iglesia críticos o hipócritas eran la segunda razón más especificada por la cual los jóvenes adultos dejan la iglesia. ¿Las iglesias Cristianas Reformadas están enfrentando este problema?

El teólogo Mark Buchanan identificó un contraste similar entre Jesús y los fariseos:

Los fariseos tenían una ética de evitación, y Jesús tenía una ética de involucramiento. La pregunta de los fariseos no era; “¿Cómo puedo glorificar a Dios?” Era; ¿Cómo puedo evitar traer desgracia a Dios?” Esto se degeneró en una preocupación no con Dios, sino con uno mismo—con la imagen, reputación, forma. Ellos no preguntaron; “¿Cómo puedo limpiar a los demás? Preguntaron; “¿Cómo puedo evitar ensuciarme?” Ellos no buscaban rescatar a los pecadores, sólo evitar pecar (Tu Dios es Demasiado Seguro, 108-09).

Si verdaderamente queremos alcanzar a la gente para Cristo, tenemos que arriesgarnos a ensuciarnos.

El apóstol Pablo, por ejemplo, hablando en Atenas que estaba llena de ídolos, empezó no condenando la idolatría de los atenienses sino alabándolos por ser religiosos (Hechos 17:22). Pablo desafió a la iglesia filipense dividida a enfocarse en ideales nobles y positivos—todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración (Fil.4:8). Eso me parece mucho a una orientación a la promoción. Si buscamos ser más como Pablo y como Cristo, quien comió con los pecadores, tenemos que superar nuestro sesgo de negatividad y orientación a la prevención.

¿Podemos cambiar la percepción del mundo sobre los cristianos como principalmente críticos y negativos, a una de cristianos principalmente afirmadores de vida y amorosos? Si me dan a elegir entre una persona orientada a la prevención y una orientada a la promoción, yo sé con quién preferiría pasar el rato.

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