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No es la ira o el juicio de Dios lo que lleva al arrepentimiento, sino la bondad de Dios. ¿Cuántas personas acaso han cambiado para bien como resultado de ser juzgados por otras personas?

No es la ira o el juicio de Dios lo que lleva al arrepentimiento, sino la bondad de Dios. ¿Cuántas personas acaso han cambiado para bien como resultado de ser juzgados por otras personas?

Como jefe de redacción de The Banner, a menudo me siento juzgado por lo que escribo y por lo que no escribo, por lo que elijo publicar y lo que no publico. Pero Dios me hizo ver que yo también he juzgado a otros.

En una encuesta realizada en 2007 por el Grupo Barna entre jóvenes estadounidenses (de 16 a 29 años), el 87% de los que no asisten a la iglesia y el 52% de los jóvenes que asisten activa y regularmente a la iglesia están de acuerdo en que el cristianismo es sentencioso. Hay una clara desconexión entre lo que los cristianos proclaman y lo que el mundo experimenta.

¿Qué es juzgar? Es condenar las faltas de otras personas mientras minimizamos las nuestras, creando un sentido de superioridad moral. Juzgar es enfocarse en la astilla en el ojo de alguien, pero ignorar la viga en su propio ojo (Mateo 7:3). Es caer en el juego de "tu pecado es peor que el mío". Sin embargo, no debe confundirse con hacer que las personas rindan cuentas o discernir entre lo que está bien y lo que está mal o hacer críticas constructivas.

Nuestra naturaleza pecaminosa nos predispone a juzgar de dos maneras principales. En primer lugar, nuestro sesgo negativo. Esta es nuestra tendencia a enfocarnos más en las cosas negativas y ser más afectados por ellas que por las cosas positivas o neutrales. Por ejemplo, podría recibir cinco buenos cumplidos y una crítica negativa sobre mi editorial y mi mente se centrará en esa sola negativa. Nuestras naturalezas pecaminosas tienen una gran habilidad por encontrar y enfocarse en los defectos, aún así sean tan pequeños como una astilla en el ojo de alguien.

En segundo lugar, tenemos un profundo afán por evitar la vergüenza. El profesor de Trabajo Social Brene Brown, experto en la vulnerabilidad, escribió: "Lo que es irónico (o quizás natural) es que la investigación nos dice que juzgamos a la gente en áreas donde somos vulnerables a la vergüenza, en especial escogiendo a gente que le va peor que a nosotros. ... Somos duros el uno con el otro porque nos usamos el uno al otro como puntos de lanzamiento para sacarnos de lo que percibimos ser nuestra propia deficiencia vergonzosa" (Daring Greatly, p. 99). Por ejemplo, si estamos luchando con la pornografía en nuestras vidas, en lugar de lidiar con ella, podríamos subconscientemente desviar nuestra atención hacia juzgar a las personas que sienten atracción hacia el mismo sexo o tienen otras luchas sexuales. Nuestro sesgo de negatividad, junto con nuestra profunda evasión de la vergüenza, crea una receta potente para juzgar sentenciosamente.

¿Cómo dejamos de juzgar? Creo que necesitamos acercarnos más a Dios. Cuanto más cerca estemos de Dios, más probable será que veamos lo pecaminosos que somos en relación a su santidad. Seremos mucho más conscientes de nuestros pecados y más movidos a la humildad. Entonces, como Jesús nos dijo, necesitamos primero tratar con las vigas en nuestros propios ojos antes de tratar con la astilla en los ojos de nuestro prójimo (Mat. 7: 5).

En segundo lugar, necesitamos ser misericordiosos, amables y pacientes con los demás a pesar de sus pecados y faltas. Jesús nos manda a ser misericordiosos así como Dios es misericordioso (Lucas 6:36). El apóstol Pablo nos advierte que "pues al juzgar a otros te condenas a ti mismo, ya que practicas las mismas cosas. ... ¿No ves que desprecias las riquezas de la bondad de Dios, de su tolerancia y de su paciencia, al no reconocer que su bondad quiere llevarte al arrepentimiento?" (Romanos 2:1, 4.) No es la ira o el juicio de Dios lo que lleva al arrepentimiento, sino la bondad de Dios. ¿Cuántas personas acaso han cambiado para bien como resultado de ser juzgados por otras personas? Más bien, es a través de la gracia, el amor y la bondad que las personas son guiadas a transformar sus vidas.

Deshagámonos de nuestra hipocresía, arrogancia y tendencia a juzgar. Hagamos que la percepción del mundo sobre el cristianismo pase de ser la de una religión sentenciosa a ser la de una religión de gracia y bondad.

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