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Busque primero comprender para luego ser comprendido. Eso es ser intelectualmente justo.

Actualmente hay en exhibición en el Museo de la Biblia en Washington, D.C., una Biblia rara de los años 1800 que fue usada por misioneros británicos para convertir y educar a los esclavos. Esta “Biblia de esclavos” excluyó de manera selectiva alrededor de 90 por ciento del Antiguo Testamento y 50 por ciento del Nuevo Testamento. Incluían pasajes que reforzaban la institución de la esclavitud (como Efe.6:5) pero omitieron pasajes que hablaban de la igualdad (como Gal.3:28). Es una de las muchas injusticias hacia los africanos y una razón de por qué se necesita el mes de la Historia Negra para recordarnos y ayudarnos a superar nuestros errores pasados. También es uno de los ejemplos más claros de una deliberada selección cuidadosa de pasajes de la Escritura para apoyar una agenda determinada.

Nosotros también, con demasiada frecuencia escogemos involuntariamente pasajes de la Escritura y enseñanzas para confirmar nuestras respetadas creencias y posiciones. Nuestra naturaleza caída tiene lo que los psicólogos llaman un sesgo de confirmación. El sesgo de confirmación es la tendencia a buscar, interpretar, favorecer y recordar información de un modo que confirme nuestras creencias u opiniones preexistentes. Cuanto más cargada emocionalmente o más profundamente arraigada sea la creencia, más probable es que se produzca ese sesgo de confirmación.

En nuestra era de Internet casi siempre podemos encontrar información que confirme nuestras opiniones e ignore a aquellos que las desacrediten. Y los algoritmos de las redes sociales recomiendan constantemente una dieta de información que está alineada con nuestras preferencias. Esto infla nuestro sentido de estar siempre en lo correcto. Las personas habitan cada vez más en diferentes mundos de Internet, consumiendo información y noticias conflictivas, llevándonos así a actitudes y opiniones polarizadas.

Debido al sesgo de confirmación, nosotros los cristianos podemos, aun involuntariamente, enfocar pasajes bíblicos y enseñanzas que apoyen nuestras opiniones e ignoren o resten importancia a aquellos que las contradicen. Al igual que la antes mencionada “Biblia de esclavos”, escogemos deliberadamente textos que prueban nuestro punto y enseñanzas fuera de contexto para apoyar una agenda determinada.

A nuestra naturaleza humana caída le disgusta estar equivocada; subconscientemente queremos proteger nuestra autoestima. De ahí que, siempre estamos motivados a probar que nuestras opiniones y las posiciones de nuestro grupo son correctas. Nuestro sesgo de confirmación fácilmente se activa sin que nos demos cuenta. Combinado con el poder de nuestra naturaleza caída de encontrar defectos en otros (la astilla en el ojo de nuestro prójimo) y no mirando los defectos en nosotros mismos (las vigas en nuestros ojos), también pensamos fácilmente que siempre estamos en lo correcto teológicamente o bíblicamente (Mat.7:3). Nos acusamos unos a otros de ignorar deliberadamente las verdades bíblicas.

Todos estamos sesgados. Y antes que usted piense que es menos sesgado que otros, todos somos hipócritas también. (ver “Tengan cuidado de la Levadura de los Fariseos,” p.10.) ¿Estamos condenados a opiniones sesgadas y a creencias intratables?

Yo creo que podemos mitigar nuestros sesgos. Primero, tenemos que cultivar la humildad intelectual. Debemos recordar nuestros sesgos de nuestra naturaleza caída y darnos cuenta que talvez no somos tan correctos como creemos que somos. Una de las mejores maneras de cultivar la humildad intelectual es identificar el razonamiento incorrecto, el débil apoyo bíblico, y las inconsistencias de nuestras propias opiniones y posiciones. Encontrar las vigas intelectuales en nuestras propias posiciones antes de buscar encontrar defectos en otros.

Segundo, necesitamos comprometernos para comprender verdaderamente otras opiniones y posiciones. No simplemente conociendo versiones superficiales o argucias de ellos, sino comprenderlos lo suficientemente bien de modo que aquellos que las sostienen se pongan de acuerdo. Busque primero comprender para luego ser comprendido. Eso es ser intelectualmente justo. Sólo entonces podremos ofrecer una crítica adecuada.

Tercero, necesitamos amar la verdad más que ganar argumentos, aún si eso significa ser corregidos. Someternos a la verdad, no importa cuán doloroso sea, es mejor a largo plazo. Yo creo que estas prácticas de humildad intelectual, justicia y sumisión a la verdad pueden ayudarnos a encontrar puntos en común.

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