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El evangelio no consiste simplemente en pensar correctamente; se trata de relaciones conforme al evangelio vividas de tal forma que la comunidad cristiana se convierta en un modelo para los demás.

En Juan 17:20-21, Jesús oró: "No ruego solo por estos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado". 

Estas palabras no deben tomarse a la ligera. No sólo son palabras pronunciadas por nuestro Señor y Salvador Jesucristo, sino que componen la última oración registrada que deja a sus discípulos. En ella, Jesús ora por sus seguidores actuales, y luego por todos aquellos en el mundo que creerían en el mensaje. ¡Esto significa que Jesús estaba orando por usted y por mí! 

En la cultura actual, le damos mucha importancia a las palabras de alguien que está a punto de morir. Tratamos a esas palabras como si fueran la voluntad revelada y los deseos más profundos de esa persona. Nuestro sistema judicial también atribuye gran importancia a nuestra última voluntad y testamento. Desde cualquier perspectiva, la última oración de Jesús conlleva un gran peso, no sólo porque él sabe que ya casi es hora de cumplir el plan del Padre que lo llevará a la cruz, sino porque la utiliza para revelar su deseo más profundo para todos nosotros.

Esto debería ser significativo para nosotros los cristianos. Jesús ora para que seamos santificados y actuemos de tal manera que el mundo crea que Dios lo envió. Esta es la esencia de nuestro testimonio: vivir, trabajar y actuar con los demás de tal manera que muchos deseen formar parte del cuerpo de Cristo. 

En la iglesia primitiva vemos indicios de la posibilidad de esta comunidad santa. Hechos 2 nos dice que los primeros creyentes "se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración", y que, al reunirse, compartiendo el pan y orando juntos "el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos." (Hechos 2:42, 46-47).

Hoy en día, en la Iglesia Cristiana Reformada seguimos viviendo y contribuyendo a la realidad del deseo de Cristo para nosotros. El evangelio no consiste simplemente en pensar correctamente; se trata de relaciones conforme al evangelio vividas de tal forma que la comunidad cristiana se convierta en un modelo para los demás. Podrá ver algunos destellos de esto en las historias en las siguientes páginas.

Además, Jesús oró: "Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí." (Juan 17:22-23). 

Sigamos mirando a Cristo y su obra terminada y que sepamos que nuestras circunstancias no nos definen. Somos llamados a ser personas contraculturales, a ser personas de la cruz. Y cuando vivamos esa realidad, contribuyendo a ella, Jesús promete que el mundo sabrá que Dios envió a Jesucristo al mundo y que nos ama como el Padre ama al Hijo. Que podamos creer y vivir esta realidad. 

¡A Dios sea la gloria! 

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