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Dentro de las 24 horas después de la declaración de Sínodo 2022 expresando que su postura es confesional en cuanto al sexo homosexual, empecé a recibir correos electrónicos de personas lamentando esta decisión. Escuché mucho dolor y angustia en sus palabras, algunos expresando su dolor con enojo. Hay amistades fracturadas. Las membresías están en peligro. La Escritura dice: "Si uno de los miembros (del cuerpo) sufre, los demás comparten su sufrimiento" (1 Cor. 12:26a). A pesar de nuestros desacuerdos, todos seguimos siendo miembros del cuerpo de Cristo. Debemos concedernos gracia unos a otros, especialmente a aquellos que sienten que ellos y/o sus seres queridos están siendo perjudicados por esta decisión.  

El temor al daño no es infundado. El propio Sínodo se lamentó: "Lamentamos el dolor particular que experimentan los miembros de la comunidad LGBTQ+ por nuestra falta de gracia". El informe sobre la sexualidad humana admite: "Es una triste verdad que la comunidad cristiana, incluida nuestra denominación cristiana reformada, ha fracasado en su llamado a empatizar, amar y sobrellevar las cargas de las personas que se sienten atraídas por el mismo sexo, lo cual hace muy difícil que vivan una vida de santidad" (Agenda para el Sínodo 2022, p. 407).  

Esto ha sido así durante décadas: “A pesar de las exhortaciones firmes y repetidas de los informes anteriores del comité de estudio de amar y cuidar a los hermanos y hermanas que se sienten atraídos por el mismo sexo como miembros iguales del cuerpo de Cristo, la iglesia con demasiada frecuencia ha excluido, rechazado o ignorado a tales seguidores de Jesús” (Agenda para el Sínodo 2022, p. 426). Cada uno de los informes sinodales desde el informe sinodal de 1973 sobre la homosexualidad hasta el informe de 2002 sobre la atención pastoral a los miembros homosexuales e incluyendo además el informe de la mayoría de 2016 sobre la orientación pastoral sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo y ahora el presente informe sobre la sexualidad humana, ha lamentado el fracaso de la iglesia para amar y cuidar auténticamente a nuestros hijos bautizados LGBTQ.  

Por lo tanto, es justo preguntarse: después de décadas de dolor y falta de gracia, ¿por qué habría de ser diferente esta vez? 

Resulta demasiado simplista enmarcar a este sínodo como una de dos: "cristianos creyentes en la Biblia manteniendo la línea contra los que siguen las tendencias culturales" o "fariseos santurrones que imponen su voluntad contra los seguidores de Cristo amorosos ". La realidad espiritual es más compleja que estos estereotipos hirientes. Hubieron disculpas y perdón. 

Sin embargo, también fui testigo de un espíritu de censura y desconfianza en este sínodo. Un delegado se refirió al riesgo de "ortodoxia sin amor", un término extraído del libro de Jeffrey Weima, Los Sermones a las Siete Iglesias del Apocalipsis. 

Weima copresidió el comité que elaboró el informe sobre la sexualidad humana. En su libro describe a la iglesia de Éfeso de Apocalipsis 2: "Aunque su compromiso con la ortodoxia es una virtud por la cual la iglesia de Éfeso es alabada por Cristo, aparentemente también era un vicio de esta misma congregación. Lo que es cierto de las personas también puede serlo de las iglesias: su mayor fuerza puede convertirse paradójicamente en su mayor debilidad. La iglesia de Éfeso estaba tan preocupada por identificar a las personas malvadas, por desenmascarar a los falsos apóstoles y por rechazar las prácticas pecaminosas de los nicolaítas, que un espíritu de sospecha y desconfianza impregnaba su comunidad, lo que les impedía ser la comunidad solidaria y compasiva que habían sido en el pasado. En resumen, eran una iglesia de ortodoxia sin amor" (pp. 40-41). 

No nos convirtamos en una iglesia de ortodoxia sin amor, no vaya a ser que Cristo nos quite el candelabro (Ap. 2:5). 

 

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