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Al recordar mi tiempo como director ejecutivo de la ICRNA, me parece improbable que hayan sucedido tantas cosas en la vida de nuestra iglesia y denominación en tan poco tiempo (febrero de 2020 a junio de 2022).

El periodo comenzó con una crisis estructural y organizacional que tuvimos que enfrentar y manejar. Se produjo la renuncia del anterior director ejecutivo y la necesidad de reestructurar la ICRNA para cumplir con la ley canadiense de beneficencia. Al comenzar este trabajo, pronto nos encontramos también en medio de la pandemia mundial de COVID-19. Esto provocó la cancelación de numerosas actividades ministeriales, incluidas las reuniones sinodales, durante dos años. Estas cancelaciones limitaron las conversaciones cara a cara y exacerbaron las tensiones latentes en las congregaciones y en nuestros diversos órganos ministeriales. Además, nuestra sensación de paz se vio sacudida por el resurgimiento de las tensiones raciales que llevaban tiempo gestándose en nuestros distintos países. 

A medida que se desarrollaban todos estos acontecimientos, por la gracia de Dios y su guía, pudimos responder, y creo que lo hicimos mediante la oración y con eficacia. 

En respuesta a la pandemia del COVID-19, el personal denominacional se puso en contacto con prácticamente todas las congregaciones y solicitó su opinión sobre cómo podíamos ayudar. De este contacto surgió la puesta en marcha del Fondo de Compromiso con la Iglesia, que concedió subvenciones a las iglesias para ayudarles con la pérdida de fondos, y para ayudarles con las mejoras tecnológicas que permitieran una proclamación continua del Evangelio. Descubrimos que, aunque individualmente experimentamos pérdidas y carencias, como comunidad podíamos experimentar juntos la abundancia de Dios.

En medio de nuestras tensiones organizacionales, el Concilio de Delegados, la Corporación de la ICRNA de Canadá y el personal denominacional colaboraron para diseñar una solución organizacional que tiene el potencial de reconstruir las relaciones familiares entre la frontera de EE.UU. y Canadá, así como de posicionar y aislar a una nueva Oficina del Secretario General de forma que no caiga presa de fisuras estructurales y relacionales similares en el futuro. La nueva estructura también cuenta con un marco para acoger a las nuevas comunidades de iglesias de la diáspora que busquen afiliarse a la ICR. El proceso se ha desarrollado de forma gradual, mediante nuestra dependencia de Dios en oración.

Mientras escribo esto, acaba de terminar el Sínodo de 2022. Ese órgano abordó cuestiones clave de interés para la Iglesia, como la sexualidad humana y el racismo. El Sínodo 2022 codificó la posición tradicional de 1973 sobre la sexualidad humana como confesional, y reiteró el hecho de que la supremacía blanca y el racismo sistémico actual son anatema para el evangelio. Al igual que la reestructuración organizacional y el pivoteo pandémico, ambas decisiones tienen un impacto real en las congregaciones y en los individuos. Tienen el potencial de crear división dentro de la iglesia, y requerirán una entrega y compromiso, y conversaciones bañadas en oración para mantener la unidad.

En un momento durante las deliberaciones del Sínodo 2022, un delegado dijo que estas decisiones son sólo el comienzo de una conversación. Ruego que esto se cumpla y que sigamos escuchando y dialogando unos con otros a lo largo de estos tiempos de transición. Nuestro testimonio del Evangelio depende de ello. 

Me retiraré de mi cargo el 30 de junio. Antes de asumir el cargo de director ejecutivo, pasé 5 años sirviendo como director de ministerios y administración. En todos estos 7 años y medio de servicio a la denominación, he visto la mano de Dios dirigiéndonos y guiándonos para convertirnos en una denominación más inclusiva, centrada y eficaz.

Con la ayuda de Dios, abordamos la consolidación de las Misiones Domésticas y las Misiones Mundiales dentro de La Misión Mundial Resonar para prepararnos mejor para la misión global dentro la diáspora mundial que ahora es nuestra realidad; unimos fuerzas con la Iglesia Reformada en América para crear Congregaciones Vibrantes, un nuevo ministerio para asegurar que las iglesias puedan renovarse periódicamente mediante un proceso de oración y contemplación que involucre plenamente a su liderazgo; y desarrollamos un nuevo plan ministerial – Nuestra Travesía 2025, que permite a toda la denominación centrarse en torno a cuatro hitos, el primero de los cuales es la oración y las disciplinas espirituales.

De todas las iniciativas que hemos llevado a cabo, creo que nuestro enfoque en la oración y las disciplinas espirituales ha sido el más fundamental para ayudarnos a atravesar los tiempos difíciles. Oro para que este enfoque continúe mucho más allá de mi gestión. 

También reconozco que, al dejar este cargo, hay muchos otros retos que se avecinan para nuestra iglesia. Algunos de ellos son conocidos y muchos son desconocidos. Como siempre, debemos abordar estas cuestiones como siempre lo hemos hecho: de rodillas ante Dios.

“Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos.” (Efesios 6:18).

Solamente a través de tales oraciones es como nuestra denominación, congregaciones, ministerios y agencias podrán seguir viviendo y encarnando la visión aspiracional de la ICRNA.

La Iglesia Cristiana Reformada es una familia diversa de congregaciones, asambleas y ministerios saludables que expresan el mensaje de las buenas nuevas del reino de Dios que transforma vidas y comunidades en todo el mundo. 

¡A Dios sea la gloria! 

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