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¡Creo que la audiencia original de Jesús habría esperado que el sacerdote y el levita siguieran de largo!

Cuanto más profundizo en la parábola del buen samaritano (Lucas 10:25-37), sobre todo en su contexto cultural, más desafiante la encuentro. A continuación explico el porqué.

Para los judíos del primer siglo, los samaritanos no sólo eran marginados sociales. Eran enemigos odiados. Para los antiguos judíos, los samaritanos probablemente personificaban lo que significaba ser impuro e inmundo, aquellos que definitivamente NO eran "nuestro prójimo". Los antiguos judíos remontaban el origen de los samaritanos a 2 Reyes 17:24-41. Era una historia impregnada de idolatría, con una mezcla impura de adoración verdadera e ídolos falsos: "Aquellos pueblos adoraban al Señor, y al mismo tiempo servían a sus propios ídolos. Hasta el día de hoy sus hijos y sus descendientes siguen actuando como sus antepasados." (2 Reyes 17:41). Se dice que en una ocasión los judíos destruyeron el templo de los samaritanos en el monte Gerizim. En otra ocasión, los samaritanos profanaron el templo judío durante la Pascua con huesos humanos. Los samaritanos eran, por tanto, enemigos de la fe judía.

En fuerte contraste estaban el sacerdote y el levita. Éstos eran vistos como modelos de la fe judía, especialmente en lo referente a la pureza y la santidad. Las leyes ceremoniales sobre "lo puro y lo impuro" formaban parte de un sistema religioso que enseñaba a los israelitas sobre la santidad de Dios, sobre sus pecados, sobre cómo volver a relacionarse con Dios y sobre la obediencia a Dios. Los sacerdotes mediaban la presencia de Dios ante el pueblo. Los levitas eran sus ayudantes en el templo.

Estamos tan acostumbrados a verlos como los "villanos" de la parábola que olvidamos cómo los habría visto la audiencia judía original, es decir, con sumo respeto y admiración. De hecho, ¡creo que la audiencia original de Jesús habría esperado que el sacerdote y el levita siguieran de largo! Al menos en el caso del sacerdote, esto obedecía a la ley de Dios: "El Señor le ordenó a Moisés que les dijera a los sacerdotes, hijos de Aarón: «No se contaminen tocando el cadáver de alguien de su pueblo, excepto en el caso de un pariente cercano" (Lev. 21:1b).

Por lo tanto, no es de extrañar que el sacerdote optara prudentemente por alejarse del hombre que yacía en el camino. El hombre estaba desnudo—no se sabe si era judío o extranjero—y estaba "medio muerto", lo que significa que no se sabe si era un cadáver o no. Además, no hay forma de saber si el hombre merecía misericordia. ¿Y si él mismo era un ladrón? ¿O un asesino? ¿Por qué arriesgarse a romper las reglas de Dios por una persona desconocida? Incluso si había terminado con sus deberes en el templo (ya que estaban "bajando de Jerusalén"), todavía se esperaba que el sacerdote (y probablemente el levita también) se mantuviera puro en la medida de lo posible. Por lo tanto, no estoy seguro de que la audiencia judía de Jesús hubiera desaprobado las acciones del sacerdote y del levita, dadas las circunstancias.

Pero lo que ciertamente no esperaban era ver al odiado, impuro y herético samaritano como el héroe y modelo que debían emular. El samaritano tuvo compasión, actuó con misericordia, sacrificó su dinero y su tiempo, e incluso podría haber arriesgado su propia vida (¿qué pasaría si los judíos del pueblo pensaran que él era el responsable de las heridas del hombre?) No consideró si el hombre merecía misericordia. Fue un acto de amor incondicional y probablemente no recompensado.

Aquí no dispongo de espacio para profundizar. Pero esta parábola me interpela profundamente. Interroga mi alma. ¿Qué leyes bíblicas utilizo para justificar "seguir de largo"? ¿Daría yo amor incondicional a mis enemigos, incluso a los enemigos de mi fe? Necesito reflexionar más profundamente sobre esta parábola.

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