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Acabamos de regresar de otra reunión. Esta vez fue más larga y más complicada, pero también nos dimos suficiente espacio para tener un tiempo aparte.

Estoy hablando, desde luego, sobre la reunión en el campus de Calvin College del Sínodo General de la Iglesia Reformada en América (IRA) y el Sínodo de la Iglesia Cristiana Reformada en Norteamérica (ICR). Lo que se ha llegado a conocer como el “Acuerdo Pella” nos unió otra vez en el mismo campus con una serie de actividades conjuntas.

La sección centrada en el futuro del “Acuerdo Pella”, aprobada por ambos sínodos en el año 2014, es ésta: “Declaramos que el principio que nos guía, y la intención que nos motiva, es ‘actuar juntos en todos los asuntos excepto aquellos donde las profundas diferencias de convicción nos impulsan a actuar de manera separada’”.

Y, en consecuencia, participamos juntos en alabanza, en talleres y en reuniones combinadas. Cenamos juntos, caminamos juntos y tuvimos incontables oportunidades para desarrollar relaciones personales.

También trabajamos juntos en comités mixtos. Estos comités abordaron cuatro temas: compromiso interconfesional; renovación y transformación congregacional; el futuro de la ICR y la colaboración de la IRA; y el futuro de la ICR e IRA a través de nuevas creaciones.

Aunque no hubo acciones específicas como resultado del trabajo de estos comités, al menos dos de ellos proporcionaron contexto para nuevos pasos conjuntos.

Los dos sínodos aprobaron un comité mixto interconfesional/interreligioso para guiar los esfuerzos interconfesionales de nuestras denominaciones. Yo confío que esta meta identificada en el año 2009 continuará como núcleo de nuestro esfuerzo: “La meta del diálogo interconfesional es fomentar una mejor comprensión entre personas de diferentes confesiones y mejorar canales de comunicación que construyan cooperación y pacificación comunitaria”.

También, parece probable que continuaremos uniendo nuestros esfuerzos en la renovación y transformación congregacional, haciendo que el discernimiento sea un componente clave mientras se refina una visión convincente basada en la Biblia, que no sólo combinará esfuerzos actuales, sino que producirá enfoques nuevos y resultados que dan vida.

Sin embargo, permanece la inquietante pregunta: ¿A dónde conduce todo esto?

Espero que podamos vivir fielmente con la ambigüedad, porque no hay un mapa detallado del camino. Lo que Juan Calvino dijo y lo que nos guía en nuestra Forma de Gobierno acerca del cambio y prácticas de la iglesia parece hablar a la ICR y a la IRA:

“Pero ya que [nuestro Señor] no lo dispuso en disciplina externa y ceremonias para recomendar detalladamente lo que deberíamos hacer (porque él anticipó que esto dependía del estado de los tiempos, y él no lo consideró una forma adecuada para todos los tiempos), aquí debemos refugiarnos en esas reglas generales que él ha dado, que cualquiera que sea la necesidad de la iglesia que requiera de orden y decoro debe ser probada contra éstas. Finalmente, ya que él no ha enseñado nada específico, y porque estas cosas no son necesarias para la salvación y debido que la edificación de la iglesia  debe ser acomodada de diversas maneras a las costumbres de cada nación y edad, será apropiado (conforme el beneficio de la iglesia lo requiera) cambiar y abrogar prácticas tradicionales y establecer nuevas. En verdad, admito que no debemos irrumpir en la innovación de manera precipitada y repentina, por causa insuficiente. Pero el amor juzgará mejor lo que puede dañar o edificar; y si dejamos que el amor sea nuestra guía, todo estará seguro (Estatutos, IV.X.30)”.

Todo estará Seguro, si dejamos que el amor sea nuestra guía.

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