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Incluso en la guerra, cuando lo que está en juego es la vida y la muerte, los cristianos han tenido una larga tradición de insistir en que el "cómo" importa tanto como el "por qué".

Algo que aprendí de 15 años de ministerio universitario es que el "cómo" importa. Cómo llevamos a cabo nuestras buenas intenciones para alcanzar buenos fines marca la diferencia. El por qué y qué hacemos es importante, sí, pero el cómo lo hacemos también le importa a Dios.

Muchos jóvenes cristianos me han dicho que desearían que sus iglesias estuvieran más abiertas a explorar sus preguntas difíciles en lugar de suprimirlas. Un ex-cristiano me dijo una vez, "Si mi pastor de jóvenes fuese tan paciente como usted (con mis preguntas), tal vez no tendría tanta prisa de dejar la iglesia". El "cómo" es importante en el discipulado y la formación de la fe.

También he recibido quejas de no creyentes sobre los métodos de evangelización de los cristianos en el campus. Algunos cristianos fueron demasiado agresivos. Muchos no creyentes se sentían como objetos o blancos del evangelismo cristiano. Algunos cristianos se mostraron como "patanes sábelo-todos" porque les faltaba humildad intelectual, rehusándose a admitir su ignorancia o errores. Estos jóvenes no creyentes fueron desanimados más por los mensajeros y menos por el mensaje del cristianismo. El "cómo" importa en el evangelismo.

Creo que el "cómo" le importa a Dios en todas las áreas de nuestras vidas, incluso al tratar con conflictos y guerras. En el Antiguo Testamento, Dios incluyó reglas para guiar a los israelitas en la conducción de la guerra (Deuteronomio 20). Aunque parecen bárbaras ante nuestros sentimientos morales modernos, estas reglas intentaban mitigar los peores excesos típicos de la guerra antigua e inyectar algo de compasión a cómo los israelitas guerreaban en contraste con sus vecinos paganos. Existía algo de compasión en el reclutamiento de los soldados al hacer excepciones (Dt. 20:5-9). Había compasión al ordenar la diplomacia como primer paso (Dt. 20: 10-12). Había algo de compasión en el trato hacia las mujeres capturadas (Dt. 21: 10-14). Incluso existía compasión hacia el medio ambiente al restringir qué tipos de árboles podían ser derribados para construir obras de asedio (Dt. 20:19-20). Lo que quiero decir es que, incluso en la guerra, a Dios le importa el "cómo".

La antigua tradición cristiana de la guerra justa abogada por la mayoría de los cristianos reformados hace eco en este punto. Contrariamente a la opinión popular, la teoría de la guerra justa no se limita a sólo encontrar las causas justas (por qué) de la guerra, sino que también requiere medios justos (cómo) para llevar a cabo la guerra. Estas reglas incluyen que la respuesta debe ser proporcional a la ofensa y que los transeúntes inocentes no deben ser lastimados intencionalmente ("Teoría de la guerra justa", Just-War Theory,” New Dictionary of Christian Ethics and Pastoral Theology, p. 521). Si se viola alguna de las reglas, ya no es una guerra justa. Incluso en la guerra, cuando lo que está en juego es la vida y la muerte, los cristianos han tenido una larga tradición de insistir en que el "cómo" importa tanto como el "por qué". Nunca es "todo vale". "Todo vale en el amor y en la guerra" no es un dicho cristiano.

Si la forma en que la gente se enfrenta en conflictos físicos brutales le importa a Dios, ¿acaso creemos que le importa menos a Dios la forma en que nos enfrentamos en nuestros conflictos teológicos? ¿O en las supuestas "guerras culturales" de Estados Unidos?

He observado como cristianos erróneamente estereotipan los puntos de vista de sus oponentes con el fin de menospreciarlos. He leído a cristianos que citan información falsa o engañosa en defensa de sus posiciones. Algunos incluso recurren a insultos y burlas cuando se les acaban los argumentos buenos y sólidos. Estas no son maneras de enfrentar conflictos de forma que honren a Dios, busquen la verdad o amen al prójimo. Aunque creamos que nuestra causa es justa y verdadera, y que nuestras metas son nobles y piadosas, no podemos justificar que cualquier método valga siempre y cuando traiga el "éxito". El fin no justifica los medios. El "cómo" todavía le importa a Dios. Podemos mejorar, confiando que Dios honre nuestra fidelidad en el cómo.

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