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Mi difunto hermano Thomas era un pastor presbiteriano reformado en Singapur. Murió hace muchos años, a pocos años de cumplir sus 50 años, de cáncer nasal, dejando atrás a una esposa y a cuatro hijos. Cuando Thomas aún estaba vivo y sufriendo de cáncer, alguna persona insensible le preguntó si aún creía que Dios podía sanarlo. Nunca olvidaré la respuesta de Thomas: "Creo que Dios puede sanar, pero Dios no tiene por qué hacerlo".

Mi hermano me enseñó que nuestra fe y confianza en Dios no depende de la generosidad de Dios o sus "bendiciones" (como se entiende popularmente). No confiamos en Dios sólo cuando las cosas van bien. La otra cara de la moneda es que confiar en Dios tampoco nos trae necesariamente bendiciones materiales.

El Salmo 23 es un salmo muy preciado para muchos. Nos encanta la promesa de que nada nos faltará si el Señor es nuestro pastor. Queremos que Dios nos lleve a esos verdes pastos y tranquilas aguas. Anhelamos habitar en la casa del Señor para siempre, disfrutando de la bondad y el amor de Dios todos los días de nuestras vidas.

Sin embargo, justo en medio de este salmo está el verso que dice "Aún si voy por valles tenebrosos" (v. 4). El Dios que nos guía por sendas de justicia (v. 3) también nos guía por los valles más tenebrosos. Seguir los caminos de Dios no asegura que evitemos las pruebas, el sufrimiento o el dolor. Pero sí asegura que Dios está con nosotros, incluso en los valles más oscuros. Por lo tanto, siempre tenemos la esperanza de que la oscuridad terminará cuando finalmente salgamos del valle.

En estos tiempos difíciles de la pandemia COVID-19, muchos de nosotros podemos sentir que estamos en el valle más oscuro. Debido a las restricciones, muchos han perdido sus empleos y su seguridad financiera. Miles han perdido a sus seres queridos debido al virus. Los trabajadores de atención médica que están al frente de esta pandemia están abrumados y exhaustos, arriesgando sus vidas diariamente. La mayoría de nosotros estamos de duelo. Hacer lo correcto no significa que no vayamos a sufrir en el proceso. Pero Dios nos ayudará a atravesar el valle.

Mi padre murió unos 10 días después de la muerte de mi hermano. Creo que la desgarradora tristeza de enterrar a uno de sus hijos fue demasiado para papá. Fueron días oscuros de dolor para mi familia, especialmente para mamá. Y desafortunadamente, en ese momento yo estaba a medio mundo de distancia en Canadá mientras mi familia estaba de luto en Singapur. No pude viajar en ese momento, y de todas formas habría llegado demasiado tarde para los funerales. Visité a toda mi familia y las tumbas meses después. Pero fue difícil procesar el duelo solo. Mi esposa me descubrió en mi estudio una noche llorando incontrolablemente.

Dios sabe que muchos han sufrido mucho más que yo. Sé que soy privilegiado y bendecido, y agradezco a Dios por esas bendiciones. Pero cuando sí sufro y camino por los valles tenebrosos, seguiré confiando en Jesús, el hombre de dolores, conocedor del sufrimiento. En Jesucristo, Dios conoce nuestro sufrimiento íntimamente. Pero Jesús también triunfó sobre la muerte, asegurando que la vida, la vida de resurrección en Dios, tenga la última palabra.

Por lo tanto, confesaré que Dios es bueno, todo el tiempo. Como me recuerda uno de mis cantos de adoración favoritos, "en el camino marcado por el sufrimiento; / aunque haya dolor en el ofrecimiento, / bendito sea tu nombre. ... Cuando la oscuridad asedia, Señor, / todavía diré, / 'Bendito sea el nombre del Señor'" (Matt Redman, "Blessed Be Your Name").

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