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Nuestro mundo cambió hace algunos meses. A mediados de marzo se dio el comienzo de una nueva aventura forzada debido a la pandemia COVID-19. En ese momento, debo confesar que esperaba pasar unas semanas de incomodidad refugiado en casa y luego un retorno bastante rápido a nuestra definición previa de normalidad. Qué equivocado estuve.

Al momento en que escribo esto, hay 1.5 millones de casos de COVID-19 en los EE.UU. y más de 92,000 muertes. Aunque los números de casos en Canadá son significativamente más bajos, las condiciones no son menos serias para las personas en lugares afectados. Hemos estado distanciándonos físicamente durante meses, la reunión del Consejo de Delegados en mayo tuvo lugar en línea en su totalidad, y el Sínodo 2020 fue cancelado. Sin embargo, en medio de todo este cambio y el caos social, la iglesia se mantiene a la altura.

Indudablemente, las iglesias han tenido que hacer ajustes significativos. La mayoría de las congregaciones de la ICRNA, por ejemplo, se han adaptado bien a crear una presencia en línea. Estoy muy impresionado con la creatividad y determinación de los pastores y líderes y sus equipos de apoyo, ya que han trabajado diligentemente para asegurar que el mensaje del evangelio continúe llegando a las personas.

También me encanta el hecho de que las prácticas adecuadas y las mejores experiencias se están compartiendo a un ritmo acelerado. Los ministerios y las congregaciones se están escuchando y puliendo mutuamente para que todos podamos ser aún mejores en como ministramos a nuestras congregaciones y comunidades. En muchos casos, esto ha incluido un aumento de la atención congregacional hacia aquellos que no son miembros de nuestras iglesias pero que están pasando necesidades críticas en este momento.

Nosotros somos la iglesia. Somos llamados a amar y honrar a Dios, y a mostrar ese amor a todos nuestros prójimos. Creo que Dios está complacido con la forma en que la ICRNA ha estado viviendo este llamado en este tiempo.

Pero también sabemos que atravesar esta pandemia no ha sido fácil. La ICRNA cuenta con un buen número de iglesias más pequeñas y emergentes que han sufrido grandes dificultades financieras durante esta crisis. Sin embargo, incluso estas luchas financieras han sido una oportunidad para que toda la iglesia se una para servir a los demás.

La ICRNA estableció el Fondo de Intervención de la Iglesia para el COVID-19 como una forma de complementar los diversos programas de apoyo financiero gubernamentales disponibles para las iglesias y otras organizaciones. Nos complace que este fondo haya podido ayudar a varias iglesias en su esfuerzo por ofrecer recursos a sus comunidades económicamente desfavorecidas. Invitamos a todas las congregaciones que no se han visto seriamente afectadas a que consideren contribuir al fondo para que otros más puedan ser bendecidos. Este podría ser nuestro momento de Hechos 2—iglesias uniéndose para ayudar a las iglesias necesitadas mientras estas sirven de buena manera a sus comunidades.

Doy gracias a Dios por cómo les ha dotado a cada uno de ustedes para un momento como éste. Qué Dios los fortalezca enormemente mientras continúan ministrando en estos tiempos tan diferentes y difíciles. Y que las comunidades que nunca han oído hablar de la Iglesia Cristiana Reformada antes de esta crisis puedan decir a sus hijos y a las futuras generaciones, "Vimos a Dios trabajando a través de una organización llamada la Iglesia Cristiana Reformada de Norte América durante la mayor crisis de nuestro tiempo".

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