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Nuestro Señor Jesucristo nunca nos dice que nuestra fe es sólo para el día de reposo.

La fe que nos llama vivir nuestro Señor Jesucristo, si bien es importante los domingos, es aún más fundamental en nuestras vidas cotidianas.

Esto ha quedado aún más claro durante los últimos dos años. Al soportar varias oleadas del COVID-19, hemos aprendido a pasar los servicios y programas de nuestra iglesia a una modalidad en línea y hemos reconocido que esto alcanza a algunos públicos que anteriormente pasamos por alto. Muchas congregaciones también han ampliado sus ministerios para incluir más servicios comunitarios que sirven a los necesitados como un reflejo de nuestra fe.

Durante este tiempo, las comunidades a través del mundo se han vuelto sumamente conscientes de que todos estamos conectados. Todos compartimos la misma tierra y sus recursos, o la falta de ellos. Lo que afecta a uno de nosotros afectará a otros. El COVID-19 comenzó como un brote en una parte del mundo, pero rápidamente se convirtió en una pandemia mundial.

Recientemente, la guerra en Ucrania está exponiendo la vulnerabilidad de la tierra a esta simple verdad. Cada lugar y cada persona están interconectados. El reverendo Martin Luther King Jr. famosamente dijo: "Debemos aprender a vivir juntos como hermanos o perecer juntos como tontos".

King también predicó una vez un sermón sobre la parábola del buen samaritano de Lucas 10. En su sermón reflexionó sobre como el sacerdote y el levita, al encontrarse con el hombre golpeado, se preguntaron: "Si me detengo a ayudar a este hombre, ¿qué me pasará?".

King dijo que esa era la pregunta equivocada. La pregunta que deberíamos hacernos como cristianos es: "Si no me detengo a ayudar a este hombre, ¿qué le pasará?". Esta es la esencia del evangelio: el amor en acción. Es este amor en acción el que llevó a Jesucristo a encarnarse, a habitar con nosotros en nuestro caos y a morir por nosotros en la cruz.

Debido a nuestra conexión con la misión y los misioneros en Ucrania, somos conscientes del profundo sufrimiento de muchos allí y en otros lugares de Europa. También estamos empezando a ver cómo la guerra está afectando la vida de la gente incluso de aquellos en Norteamérica: los precios del combustible están subiendo, lo que provoca un aumento en costos de muchos otros servicios.

Estos perjuicios los están sufriendo principalmente aquellos que menos pueden permitírselo. Esto es muy cierto en Estados Unidos y Canadá, pero es aún más cierto para la gente en otros países que dependen en gran medida de las exportaciones agrícolas de Ucrania y Rusia para su subsistencia. Egipto, Líbano y otros países reciben la mayor parte de su grano de Ucrania y Rusia; su suministro de alimentos ahora está en peligro.

Nuestro mundo está sufriendo, y muchos están desesperados al no confiar verle solución. Como cristianos, sabemos quiénes somos y a quién pertenecemos. También sabemos lo que debemos hacer: amar a Dios y demostrar ese amor amando a nuestro prójimo. Esto incluye a los vecinos que están cerca y a los que están lejos. Incluso incluye a los vecinos con los que estamos en desacuerdo.

Este es nuestro mandato sea cual sea el día de la semana o la época del año. Jesús nos lo recuerda en Marcos 12:30-31:  “‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. ... ’Ama a tu prójimo como a ti mismo’. No hay otro mandamiento más importante que estos.”

Nuestro Señor Jesucristo nunca nos dice que nuestra fe es sólo para el día de reposo. Al leer las historias de la Biblia, queda claro que nuestra fe debe vivirse en todo momento cada día, sin excusas.

En esta edición encontrará historias de los ministerios de la Iglesia Cristiana Reformada que se esfuerzan por hacer la voluntad de Dios en todo el mundo. Que estos actos de Dios le fortalezcan y ciñan su fe mientras el Espíritu Santo siga obrando para nuestro bien de acuerdo con la Palabra de Dios. "Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito." (Rom. 8:28).

Que así sea. ¡A Dios sea la gloria!

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