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No lo veía venir, pero posteriormente, estoy maravillado por las oportunidades que Dios brinda. Permítame explicarle.

Recientemente estuve en Addis Abeba, Etiopía—originalmente el hogar de algunos de nuestros hijos, incluyendo Getenet, estudiante de último año en Trinity Christian College en el área de Chicago. Getenet ha estado trabajando durante casi dos años para establecer una escuela cristiana de educación especial en Addis Abeba debido a las oportunidades severamente limitadas para los niños con necesidades especiales y sus familias en este lugar. ¡Es asombroso lo que un estudiante universitario en los Estados Unidos puede lograr cuando la comunidad de fe está detrás de dicho proyecto!

Cuando estuve en Etiopía, pasé tiempo con el personal docente en la escuela. (Mi carrera variada ha incluido ser maestro de educación especial y psicólogo practicante en pediatría en un hospital de rehabilitación).

Dedicamos un tiempo para ver el tema de manejo del aula, probablemente algo que todo maestro aborda con un poco de temor y ansiedad. Este personal docente no fue la excepción, particularmente considerando que estos niños nunca habían tenido la oportunidad de asistir a la escuela, de manera que no habían aprendido a sentarse en sus asientos o formarse en fila para el receso. En vez de eso, ¡les gustaba correr!

Pasamos una cantidad considerable de tiempo en prácticas de gestión, explorando los beneficios de recompensas por buen comportamiento, modificando el entorno (quitando distracciones) para ayudar a los niños a enfocarse, y usando tiempo fuera y otros métodos para ayudar a disminuir comportamientos problemáticos.

Luego me detuve y dije algo como, “Saben, estamos interesados en todo este asunto de gestión para que estos niños se den cuenta del potencial que Dios les ha dado, y lo haces por encima y, ante todo, mostrando el amor de Cristo”.

Luego sucedió.

La maestra principal quería decir algo, pero pude notar que estaba un poco ansiosa sobre lo que necesitaba decirme. Luego lo dijo: “Sabes que uno de los estudiantes es musulmán, y nosotros somos una escuela cristiana”.

Yo no lo había notado, pero luego de reflexionar, debió haber sido evidente para mí cuando conocí a su madre y vi cómo estaba vestida. Sin embargo, más importante que preguntar cómo es que no me había dado cuenta de lo evidente, necesitaba reconocer que esta circunstancia era un regalo de Dios que no podía ser desperdiciado.

Y respondí; “Con mucha más razón para mostrar el amor de Cristo!”

Hablamos sobre cómo el testimonio que la escuela podría dar a una familia que no conocía a Jesús como Salvador, mostrando amor y aceptación a aquellos que algunos llamarían “los más pequeños”, es un vehículo poderoso para abrir la puerta a la obra del Espíritu Santo.

¿Dónde está Dios abriendo una puerta para cada uno de nosotros? No se requiere un viaje a un país lejano; más bien, significa que debemos comprometernos con todo tipo de personas. A veces sabremos que Dios nos está llamando a una persona o familia musulmana en particular; otras veces podríamos descubrir un encuentro interreligioso después de comenzar una relación.

Esto significa que debemos salir de nuestras zonas de confort. Más aún, necesitamos saber que, en guarderías, lugares de trabajo y en muchos otros lugares, encontraremos gente de otras religiones. En cada uno de esos lugares, y en las variadas oportunidades que Dios ofrece, somos llamados a mostrar la luz de Cristo.

Si usted está inseguro o ansioso sobre cómo hacerlo, eche un vistazo a los recursos que se enumeran en la página 24. 

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