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No Podemos ocultar nuestra fe, mantenerla adentro, ni golpear a otros en la cabeza con ella.

A pesar de que realmente no conozco a ninguna persona de la tradición y fe de los Amish, sí tengo una percepción de ellos. Me imagino a personas usando ropa pasada de moda y conduciendo un caballo y una calesa. Pienso de ellos como “apartados” y admiro su determinación.

Esa percepción me hace preguntar cómo perciben otros a la Iglesia Cristiana Reformada.

Considere, por ejemplo, lo que los desconocidos piensan de la congregación local suya. ¿Sienten que su iglesia es un lugar cálido y acogedor o un templo misterioso que se llena solamente los domingos? ¿Piensan que su membresía refleja a su comunidad o que está compuesta de sólo un determinado sector demográfico?

Preguntas similares se podrían hacer sobre nuestra denominación de manera más amplia. ¿El público general percibe a la Iglesia Cristiana Reformada como indistinguible del mundo evangélico más amplio? ¿La gente nos ve sólo como otra iglesia histórica o como única? ¿Reconocen ellos cómo una identidad Reformada moldea cómo vivimos, trabajamos, criamos a nuestras familias y participamos en la sociedad civil?

Y luego hay preguntas sobre cómo la gente percibe al cristianismo en general. Algunos podrían pensar que los cristianos tienen valores familiares sólidos y una disposición de ayudar a otros. Sin embargo, un número creciente de personas desconfían del cristianismo. Han experimentado a los cristianos como personas que excluyen a otros y emiten juicio. Otros creen que los cristianos están desactualizados con los tiempos y al borde de la extinción.

Dentro de estas percepciones conflictivas, estamos llamados a vivir nuestra fe y ser la luz de las naciones (Isa.49). Nuestro plan de ministerio denominacional, Nuestra Travesía 2020, esboza esto en su primer futuro deseado: “Nuestras congregaciones fluirán como corrientes hacia sus comunidades. Nos reuniremos con nuestros vecinos en eventos comunitarios y lugares de reunión, escuchándonos, aprendiendo uno del otro, y sirviéndonos unos a otros. Por medio de nuestra presencia nos convertiremos en canales para el amor de Cristo y la transformación del Espíritu Santo que da vida.”

Históricamente, hemos respondido a este llamado de diversas maneras. A veces nosotros como cristianos hemos sido tentados a envolvernos en una fe oculta. Al enfatizar nuestra concordancia con los demás, restamos importancia a nuestra fe y perdemos nuestra capacidad para dejar brillar nuestra luz.

Un subconjunto de fe oculta puede ser descrita como la privatización de la fe, donde la fe llega a ser un asunto personal entre un creyente y Dios. Una fe privada a menudo busca hacer silenciar a la iglesia para que la institución no diga o haga nada que pueda ser interpretada como representando a sus miembros. Los cristianos individuales pueden ser considerados como buenas personas, pero el testimonio de la iglesia más amplia es silenciado.

Un tercer enfoque para vivir nuestra fe podría ser llamada fe confrontacional. En este enfoque, los cristianos están tan impacientes en salvar a otros del pecado que se saltan el conocer a la gente para construir relaciones. Con la fe confrontacional, el testimonio de la iglesia es audaz, pero el mensaje cae en oídos sordos. En vez de fortalecer la percepción del cristianismo en la sociedad, este enfoque pone barreras al evangelio.

Desde luego que, ninguno de estos enfoques es muy útil. Si estamos considerando cómo nuestra congregación debe alcanzar a nuestra vecindad, o de manera individual cómo debemos compartir el evangelio, o cómo nuestra denominación puede expresar nuestra fe de una manera que se extienda a través de América del Norte y alrededor del mundo, no podemos ocultar nuestra fe, mantenerla adentro, ni golpear a otros en la cabeza con ella.

Más bien, en humilde confianza, debemos pedir a Dios que nos ayude a hablar con valor (Hechos 4:29). Con discernimiento, debemos compartir la palabra de Dios en su totalidad (Col.1:25). Con claridad de testimonio, debemos dar razón de nuestra esperanza a otros con gentileza y respeto (1 Ped.3:15). Más importante aún, en nuestras comunidades y en este mundo, debemos seguir la instrucción del apóstol Pablo en 1 Corintios 12-13, siempre buscando actuar en amor.

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