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A los ojos de Dios, “el éxito” en la misión se mide por la fidelidad—para adorar a Dios y servir a Dios únicamente.

Yo solía leer la tentación de Cristo en Mateo 4:1-11 a través del lente de la piedad individual. Pero ahora creo que ofrece advertencias importantes a la iglesia de cómo percibir y cumplir la misión de Dios. Yo no creo que Satanás estaba tratando de hacer que Jesús probara que era Hijo de Dios. Más bien, Satanás estaba diciendo; “Si tú eres el Hijo de Dios, entonces tu misión es …”. Considero este pasaje como los intentos de Satanás de distorsionar la misión holística de Jesús como el Hijo de Dios que quita el pecado del mundo.

Estas tentaciones misionales también son muy reales para la iglesia hoy. Nosotros también somos tentados para distorsionar la misión de Dios de diversas maneras. Estas tentaciones incluyen los intentos de reducir la misión de Dios ya sea al activismo, espiritualismo, o imperialismo.

Durante el tiempo de Jesús, la mayoría de la gente bajo el yugo del antiguo Imperio Romano estaba simplemente tratando de sobrevivir. Estaban tratando de poner pan en la mesa. La tentación de convertir piedras en pan era pedirle a Jesús que la definición de su misión fuera satisfacer las necesidades de supervivencia de la gente. No hay nada malo con el pan o con alimentar al hambriento. Jesús hizo eso con cinco panes y dos peces. Nosotros podemos hacer mucho bien ayudando a la gente en pobreza, trayendo justicia para la gente oprimida, e involucrándonos en todo tipo de activismo social para hacer un mundo mejor. Todas son obras necesarias para los cristianos y la iglesia. No son opcionales.

Pero no podemos reducir la misión de Dios al activismo social porque “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat.4:4). No podemos desatender la dimensión espiritual de la vida humana y la tarea de la iglesia de proclamar la Palabra de Dios.

Sin embargo, tampoco debemos caer en la tentación de reducir la misión de Dios simplemente a la dimensión espiritual. A veces hemos ido al otro extremo de tomar la Palabra de Dios de manera muy literal y fuera de contexto, tal como lo hizo Satanás en Mateo 4:6, presentando la religión como algo que simplemente satisface nuestras fantasías espirituales, cualesquiera que sean—desde buscar lo milagroso hasta buscar la certeza intelectual.

Jesús dijo: “No pongas a prueba al Señor tu Dios” (Mateo 4:7). El espiritualismo convierte la buena espiritualidad en consumo egoísta. Al igual que el diablo elabora un milagro para probar la Palabra escrita de Dios, nosotros podemos manipular la teología, la música, la piedad, o aún los milagros para servir a nuestras propias agendas, como si pudiéramos hacer que Dios haga lo que pedimos.  

La tercera tentación que experimentamos es convertir la misión en imperialismo. Satanás le ofreció a Jesús todos los reinos del mundo. A menudo, confundimos la edificación del reino de Dios con la edificación del imperio humano, incluso la edificación del imperio religioso. El poder coercitivo sobre otros puede parecer como un corto circuito para el éxito misional. La iglesia con frecuencia ha caído en la tentación de ser poderosa—aun políticamente poderosa—en vez de amorosa.

El reino de Dios no es un imperio; está centrado en el amor, no en el poder. Nunca debemos vender nuestras almas a Satanás a cambio del poder. A los ojos de Dios, “el éxito” en la misión se mide por la fidelidad—para adorar a Dios y servir a Dios únicamente. Y adorar quiere decir ofrecer nuestras vidas a Dios como sacrificios vivos (Rom.12:1). Eso significa, por lo menos, sacrificar nuestras agendas personales, nuestro orgullo, y todo lo que usamos para hacernos dignos ante nuestros propios ojos.

La misión de Jesús no estaba definida como activismo, espiritualismo o imperialismo, sino que incluía elementos de los tres. La misión de Jesús estaba centrada en su amor sacrificial en la cruz.

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