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Un enfoque antirracista muy común de los cristianos blancos norteamericanos se denomina daltonismo racial. Incluso, el uso de la descripción "cristianos blancos" es problemático—ellos refutarían que no existen cristianos blancos y negros, sólo cristianos. Esto es típico del enfoque del daltonismo racial. 

Pero Dios no es racialmente daltónico. Es cierto que Dios no muestra parcialidad ni favoritismo (Rom. 2:11; Ef. 6:9). Pero Dios tampoco borra nuestras diferencias étnicas o raciales. Debemos evitar los dos extremos. Por un lado, no podemos dejar que nuestras identidades raciales nos definan tanto que nos dividan. Por el otro extremo, no podemos ignorar o descartar la raza completamente como si no importara en absoluto.

En Apocalipsis 7:9, el apóstol Juan vio una gran multitud “tomada de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas” adorando a Dios en el cielo (véase también Apocalipsis 5:9). Además, vio que se "llevarán todas las riquezas y el honor de las naciones” a la nueva Jerusalén celestial (Apocalipsis 21:26). La palabra griega original traducida como "nación" es ethnos, palabra de la cual obtenemos la palabra "etnia". Nuestras diferencias étnicas permanecerán en el nuevo cielo y tierra de Dios, pero unidas en nuestro amor y adoración a Dios.

Gálatas 3:28: "Ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús"—esto no significa que nuestras diferencias étnicas y raciales hayan sido borradas. Pues, a fin de cuentas, nuestras diferencias de género no son borradas. Pero sí significa que en Cristo se rompen las barreras sociales que dividen a las razas, culturas, géneros y clases económicas. Por eso Pablo reprendió a Pedro por apartarse de los cristianos gentiles (Gálatas 2:11-14).

Debido a que Dios dispuso que yo naciera asiático, el ignorar o descartar mi identidad asiática es ignorar algo que Dios ha creado para ser parte de quien soy. Eso parece una falta de respeto al Dios que me creó a mí y a cada raza y persona. Hay que ver y reconocer las diferencias, pero no definir o limitar a las personas por sus diferencias.

El enfoque del daltonismo racial tiene el loable objetivo de deshacerse del racismo al crear un mundo en donde la raza ya no importa. Pero no podemos llegar a ese mundo simplemente porque todos actuemos como si ese mundo ya existiera. El simple hecho de ignorar la raza—el no hablar sobre ella o no hacer notar la raza, los problemas raciales y las diferencias—sin emplear esfuerzos intencionales de reconciliación y esfuerzos de justicia racial, no eliminará al racismo. Es difícil educar a la gente contra el racismo si no podemos usar descripciones raciales como blanco y negro. De hecho, al evitar las conversaciones sobre la raza, o al "no fijarse" en la raza, podemos inadvertidamente pasar por alto a la injusticia y la discriminación. El daltonismo racial puede cegarnos involuntariamente a la injusticia racial.

Hasta donde yo sé, no usamos este tipo de enfoque para otros males sociales. No abordamos la discriminación contra las personas con discapacidad, por ejemplo, simplemente ignorando sus discapacidades.

El enfoque individualista debe complementarse con otros enfoques. Sí, cada individuo necesita a Jesús. Pero los sistemas también necesitan ser reformados. Recuerden que la mayoría de los esclavistas del pasado en Estados Unidos también amaban a Jesús. También le amaban los afrikáneres que crearon el apartheid en Sudáfrica. Pero ni la reforma social por sí sola ni los cambios individuales por sí solos nos librarán del racismo. En última instancia, sólo Dios puede traer el cambio duradero que necesitamos. Mientras seguimos fielmente nuestra labor antirracista bíblicamente informada, tenemos la esperanza segura de que Cristo algún día abrirá el paso a su nuevo cielo y su nueva tierra, en donde todos nosotros, con todas nuestras diferencias, estaremos unidos como uno solo en el amor de Dios.

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