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El pasado mes de junio, el Concilio de Delegados, actuando en lugar del sínodo, aprobó un nuevo plan de ministerio denominacional llamado Nuestra Travesía 2025. Este plan se elaboró en base a conversaciones con líderes y miembros de un gran número de congregaciones reformadas cristianas en toda América del Norte. En estas conversaciones, sobresalieron cuatro prioridades clave, las cuales estamos llamando "hitos", y estas sobresalieron sin importar que país, cultura, edad, sector demográfico o género la gente representara.

Como denominación, realmente sentimos que Dios nos ha llamado a:

  • Cultivar prácticas de oración y otras disciplinas espirituales, transformando nuestras vidas y comunidades por el poder del Espíritu Santo.
  • Escuchar las voces de las todas las generaciones, moldeándonos para el ministerio juntos.
  • Crecer en diversidad y unidad al buscar la justicia, la reconciliación y el acogimiento, y compartiendo nuestra fe mientras construimos relaciones con nuestros vecinos y los nuevos integrantes a nuestra comunidad y honramos sus culturas.
  • Compartir el evangelio, vivirlo de manera misional y plantar nuevas iglesias en nuestros vecindarios a medida que descubrimos cómo conectarnos con nuestros contextos ministeriales locales y globales.

Durante los próximos meses, la sección "Nuestro Ministerio Compartido" de The Banner explorará cada uno de estos cuatro hitos un poco más a fondo, empezando por el deseo de cultivar prácticas de oración y otras disciplinas espirituales.

No es sorprendente que este deseo se sintiera tan unánimemente en toda nuestra denominación. Vivimos en tiempos que parecen ser poco espirituales e indisciplinados en muchos sentidos. Sabemos que somos llamados a orar continuamente (1 Tesalonicenses 5:17), sin embargo, nuestras vidas están tan ocupadas que la oración a menudo pasa a un segundo plano. En el mejor de los casos, muchos de nosotros oramos ocasionalmente.

Es por eso exactamente que su consejo colectivo, reflejado en Nuestra Travesía 2025, habla de la necesidad de volver a las disciplinas espirituales. Para tener una vida de oración robusta, debemos tener la disciplina para cultivarla.

Para mí, saber que el amor de Dios permea todo entorno, está presente conmigo en cada situación, y está obrando para llevar a cabo su reino en la tierra no sólo es reconfortante sino motivador.

No sólo eso, sino que Dios es mi Padre y quiere pasar tiempo conmigo. Aunque puede ser que yo no hable con él en oración continuamente, él aun está presente y está disponible en cuanto le llame.

Lo mismo es cierto no sólo para mí personalmente, sino que también para nosotros colectivamente como denominación. Como congregaciones dentro de la denominación, como comunidades, regiones y naciones dentro de la familia de Dios, podemos y debemos acudir a nuestro Padre con nuestras preocupaciones, ya sean sobre COVID-19, la economía, las relaciones raciales u otros temas.

Así que comprometámonos por cultivar algo de disciplina dentro de nuestra vida espiritual y de oración este año. Aquí hay algunas sugerencias breves. Primero, agreguemos el tiempo de oración a nuestros horarios, estableciendo tiempos específicos para acudir a nuestro Padre sin importar qué otras cosas busquen tomar nuestro tiempo. Segundo, enfoquemos la oración de tal manera que se centre primero en Dios, buscando construir nuestra relación con Dios y escuchar lo que Dios quiere decirnos. Tercero, hagamos listas de oración que se centren en los demás pero que no se limiten sólo a los necesitados o a los que amamos. También necesitamos orar por aquellos que son muy diferentes a nosotros (ver Mt. 5:44).

A medida que lo hagamos, creo que mejoraremos en nuestra relación con Dios y con los demás. Es más, confío en que cuando seamos disciplinados en acudir a Dios con nuestras oraciones, Dios nos hablará de lo que desea para nosotros individualmente y como iglesia.

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