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¿Qué vincula los insultos verbales con el asesinato físico? Creo que el punto en común es la deshumanización.

Escribí el artículo "Cómo 'discutir' cristianamente" (p. 32) en diciembre. En aquel entonces, pensaba principalmente en lo tóxicas que se han vuelto las discusiones en internet entre cristianos. Desde entonces, se han denunciado intimidaciones hacia el personal de justicia y misericordia de la denominación. Si tuviera que escribir ese artículo ahora, añadiría que nuestras palabras pueden hacernos pecar. En concreto, nuestras palabras pueden romper el sexto mandamiento: "No matarás" (Ex. 20:13).

La pregunta 105 del Catecismo de Heidelberg explica que la voluntad de Dios para nosotros en el sexto mandamiento es que no debemos "menospreciar, insultar, odiar o matar" a nadie, "ni con mis pensamientos, ni con mis palabras, ni con mi mirada, ni con mis gestos, ni mucho menos con mis actos"; ni tampoco "ser partícipes de esto con los demás". Según el catecismo, pues, si menospreciamos a alguien, por ejemplo llamándole idiota o insinuándolo, somos culpables de asesinato. Del mismo modo, Jesús dijo que cualquiera que se enoje e insulte a otro "quedará sujeto al fuego del infierno." (Mt. 5:21-24). Cuando nuestros desacuerdos conducen hacia palabras agresivas, insultantes o incluso intimidatorias, a los ojos de Dios somos culpables de asesinato y debemos arrepentirnos.

¿Qué vincula los insultos verbales con el asesinato físico? Creo que el punto en común es la deshumanización. Cuando a través de nuestras palabras reducimos a las personas hechas a imagen de Dios a objetos de burla en nuestras mentes y corazones, las hemos hecho menos humanas. Cuando las imaginamos como menos humanas, nos resulta más fácil abusar de ellas o incluso matarlas.

Por ello, los cristianos asiático-americanos se han opuesto a los términos "Kung Flu" o "virus de China" en referencia al COVID-19. Desde el abuso verbal hasta los ataques físicos, los actos de racismo anti asiático, especialmente hacia las mujeres, han aumentado desde el inicio de la pandemia. Entre marzo de 2020 y febrero de 2021 en Estados Unidos se registraron 3,795 incidentes anti asiáticos denunciados a Stop AAPI Hate. ¿Cuántos más no se denunciaron?

En este contexto, la mayoría de los asiático-americanos consideran que el tiroteo de marzo en Atlanta, en el que seis de las ocho víctimas eran mujeres asiáticas, tuvo tintes raciales. El agresor lo niega, alegando que su motivo era eliminar la tentación de su adicción al sexo. Pero esto sigue siendo una deshumanización. Reduce a las mujeres asiáticas a objetos sexuales para ser eliminados. Podemos encontrar otros ejemplos de cómo las palabras pueden fomentar la muerte, pero el racismo anti asiático me pega muy de cerca.

Desde los programas de entrevista nocturnos hasta los memes de las redes sociales, vivimos en una cultura en la que las burlas y los insultos son normales. Ya no vemos el daño en descuidadamente menospreciar con insultos sutiles a los demás, arrojando sombra sobre ellos. También vivimos en un mundo en el que las palabras—habladas y escritas—nos rodean por todas partes. Apenas podemos escapar de las palabras. Me pregunto si esa inundación de palabras hace que nos preocupemos menos por cómo las utilizamos.

En la Biblia, las palabras importan. "En la lengua", y por extensión las palabras escritas, "hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto." (Prov. 18:21). Usar bien las palabras es una gran responsabilidad para escritores y editores como yo. Dios sabe si yo he podido haber pecado con mis palabras o ser partícipe de que otros lo hagan, aunque sea sin querer.

Las palabras pueden fomentar vida o muerte. Debemos ser más serios y cuidadosos con lo que escribimos y decimos y considerar el posible impacto de nuestras palabras más allá de nuestras intenciones. Procuremos fomentar vida con nuestras palabras.

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