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“Acuérdense de los presos, como si ustedes fueran sus compañeros de cárcel, y  también de los que son maltratados, como si fueran ustedes mismos los que sufren.” (Heb. 13:3, NVI).

Estas son instrucciones de gran peso. Si somos honestos, recordar a los encarcelados como si fuéramos sus compañeros de cárcel es una instrucción que muchos de nosotros preferiríamos olvidar. Cuando sí lo recordamos, esperamos que alguien más siga las instrucciones. Pero eso no es lo que Dios ha pedido.

Mientras que cada uno de nosotros consideramos cómo poner en práctica en vida propia esta instrucción, contamos con varios grandes ejemplos de los cuales aprender. El Seminario Teológico de Calvin y la Universidad de Calvin, por ejemplo, ofrecen cursos de pregrado que ayudan a los reclusos de una prisión de Michigan a obtener un título. Las historias de los que han participado en este programa son poderosas, y no sólo para los que están entre rejas. Mi cuñado, aunque ya jubilado de Calvin, sigue enseñando en la prisión por los beneficios que le aporta. 

El Ministerio de Prisión Crossroads es otro vehículo por el cual muchos cristianos de varias denominaciones viven este mandato. En 19 países diferentes, Crossroads instiga que creyentes establezcan relaciones con aquellos en prisión a través de correspondencia para que puedan estudiar la Biblia juntos. En combinación, alcanzan a unos 30.000 prisioneros cada año con una biblioteca de 12 cursos de estudio bíblico.

Esto es lo que dicen sobre su participación:

  • No vamos a las prisiones para llevar a Dios a los prisioneros; Dios ya está allí. Vamos a las prisiones porque Dios nos ha pedido que nos encontremos con Dios allí, y cuando lo hacemos, nosotros y los prisioneros somos bendecidos y experimentamos el amor de Dios cuando nos servimos unos a otros y le adoramos juntos.
  • Dios nos ha equipado para esto a través de los años y nos ha ayudado a ver lo que Dios ve. Él ve vidas rotas que lo necesitan, vidas que han sido desterradas de la sociedad y enviadas a un lugar del que no pueden salir, donde pocos vendrán a visitar, y en donde los que viven allí sienten que han sido olvidados. Dios usa a aquellos que pasan tiempo allí para abrir estas vidas.
  • No hay nada como presenciar la respuesta a una canción o un sermón de una persona que ha tocado fondo en su vida, o ver cuando descubren que son capaces de expresarse a través de un dibujo o pintura que han hecho. Al paso que adoran y crean cosas, Dios les revela cosas nuevas acerca de Dios y de sus propias vidas.

¡Qué testimonio tan asombroso es este! Y el estar presentes con los prisioneros no termina cuando ya no están entre rejas. Piensen en las muchas maneras en que las personas que salen de la cárcel necesitan de su apoyo y aliento una vez que regresan a sus comunidades. Esto incluye los domingos y cualquier otro día de la semana. Para un gran ejemplo, vea el video en crcna.org/OurJourney/church-and-community

Creo que también tenemos la responsabilidad de pensar en las formas en que todos nosotros podemos ayudar a prevenir que personas terminen en la cárcel. Esto incluye acercarse a las poblaciones vulnerables, ser mentores de la gente, y tratar de hacer que los sistemas de justicia criminal en Canadá y en los Estados Unidos verdaderamente sean lugares que reflejen el llamado de Amós: "¡Pero que fluya el derecho como las aguas, y la justicia como arroyo inagotable!" (Amós 5:24, NVI).

Considere los dones y oportunidades que Dios le ha dado. ¿Cómo le está llamando Dios a recordar a los prisioneros como si usted fuera su compañero de cárcel y usted mismo el que sufre?

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